Adquirir o adoptar una mascota es un acto de gran responsabilidad. Necesitan atención y cuidados desde el primer momento hasta el último de sus días. Los animales que conviven con las unidades familiares son ya, legalmente, uno más de la familia. Los tribunales deberán darles idéntico trato que al resto de la prole en caso de divorcio o separación. Precisamente en estos casos de ruptura de parejas las mascotas siempre han sido víctimas, se les ha tratado como a un objeto e incluso lo primero que se pensaba era en su abandono.
Desgraciadamente esto no es todo.

La situación puede complicarse todavía más en los entornos de violencia de género. ¿Qué ocurre entonces con estos animales? Se convierten en seres muy desamparados.
Hay casos en los que son utilizados para hacer daño a la pareja, sufriendo agresiones físicas o psicológicas e incluso llegan a morir, quedando impunes estas conductas. Hasta ahora, a la hora de la separación, se concedía la custodia del animal dando prioridad al dueño, pero ahora se tendrán en cuenta las situaciones de malos tratos para que no pueda ser devuelto a su posible agresor o agresora.

Es importante educar a la población para que sea consciente de que adoptar a un animal conlleva unas responsabilidades, cuidados y entorno adecuado ya que sienten y sufren como cualquier persona y en el mejor de los casos, vivirán muchos años.

Lo ideal sería que se pudiera controlar el tráfico animal y exigir unos requisitos a la hora de entregarlos para evitar abandonos o que acaben en malas manos pero desafortunadamente todavía estamos muy lejos de conseguirlo. Con la nueva ley, las mascotas dejarán de ser cosas. Se convierten en seres que sienten.

Las sociedades deben ser educadas en el respeto a los animales, incluso en los momentos más complicados.

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